Ese mismo año, 1 992, ocurrió uno de los
acontecimientos más importantes para el pensamiento y la política de fin de
siglo: la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el
Desarrollo (UNCED). Convocada con tres años de anticipación, el proceso
preparatorio de la Cumbre, como su propia realización, posibilitaron la
sensibilización y debate masivo de la población mundial en torno al desarrollo
y los impactos ambientales, sus causas y sus implicancias para el planeta. Fue
probablemente la mayor movilización intelectual ocurrida hasta entonces en la
historia humana.
De modo general podría decirse que- en
las últimas cuatro décadas- la preocupación global por el tema ambiental habría
pasado por diversos momentos: la emergencia de la preocupación (fines de los 60
hasta 1975), una relativa involución del interés por el problema debido a la
agudización de la guerra fría (1975, mediados de los 80), conciencia
generalizada de la crisis ecológica global (1987- 1992) proyectándose en los
intentos de operacionalización de los cambios (iniciada con la presente
década).
La Conferencia en sí no procesó ni
aprobó una definición formal de desarrollo sostenible, hizo algo más
importante: intentar su aplicación u operacionalización a través del
debate y aprobación de la Agenda 21 y de dos instrumentos vinculantes:
las convenciones de diversidad biológica y cambios climáticos (Keating, 1993).
Similar fue el temperamento de otros
documentos preparatorios o complementarios a los documentos oficiales de la
Cumbre de la Tierra. Para América Latina están los casos de "Amazonía Sin
Mitos" (TCA-BID-PNUD, 1 991) y "Nuestra Propia Agenda"
(BID-PNUD, 1991) que apostó a un desarrollo que distribuya más
equitativamente los beneficios del progreso económico, proteja el medio ambiente
nacional y mundial en beneficio de las futuras generaciones y mejore
genuinamente la calidad de vida.
Donde sí continuó el debate sobre la
conceptualización del desarrollo sostenible fue en el ámbito de las ONG. Al
respecto el hito simbólico más importante fue el Foro Global (Foro
Internacional de ONGs y Movimientos Sociales), realizada de modo paralelo a la
Cumbre de Río en 1992. El Foro, que convocó a más de 3000 personas y 1200
organizaciones civiles de todo el planeta, a través de sus distintos documentos,
particularmente en la denominada Declaración de Río, "rechazó
enérgicamente que el concepto de desarrollo sustentable sea transformado en una
categoría económica, restringida al empleo de nuevas tecnologías y
subordinada a cada nuevo producto del mercado".
Frente a ello sostuvo que 'la salvación
del planeta y de sus pueblos presentes y futuros exige la creación de una nueva
civilización fundado sobre una ética que determine y se base sobre los límites
de la prudencia, el cuidado y respeto por la diversidad, la solidaridad, la
justicia y la libertad".
En general las ONG incidieron que "más
allá de un desarrollo sustentable, se vaya a la construcción de una sociedad
ecológicamente sustentable y socialmente justa" (Pacto Acción
Ecológica de América Latina, 1993).
CONSTRUYENDO INDICADORES
Otra línea de trabajo- procesada desde
mediados de los años 80- y que ha producido significativos aportes para el
análisis y crítica de los modelos de desarrollo está en la construcción de
indicadores de calidad de vida y de sustentabilidad ecológica.
Sobre calidad de vida quizá
los más conocidos son los adoptados por el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD), estos son: el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que
evalúa longevidad, educación e ingreso, y el Indice de libertad Humana (ILH)
que es una variante de los conceptos desarrollados por Charles Humana en la
obra World Human Rights Guide, en la cual se utilizan 40 indicadores para medir
la libertad.
Sobre la sustentabilidad ecológica puede
verse los propuestos en el ya referido documento "Cuidar la Tierra".
Allí se proponen tres indicadores:
a. Conservar los sistemas ecológicos sustentadores de vida y la
biodiversidad;
b. garantizar la sustentabilidad de los usos de recursos renovables y
reducir a un mínimo el agotamiento de los recursos no renovables; y
c. mantenerse dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas
sustentadores.
Casi simultáneamente, Herman Daly y John
Cobb, desarrollan un llamado "índice de bienestar económico
sostenible", combinando 8 componentes medibles que afectan
directamente a la calidad de vida. Valiéndose de este índice los autores
investigan la evolución de la economía de los Estados Unidos y comparan el
referido índice con el crecimiento económico per cápita, entre 1950-1989. El
estudio mostró que durante 40 años subió la renta per cápita sin interrupción,
distinguiéndose en cambio que el índice de bienestar económico sostenible sólo
creció hasta 1970-72 a partir del cual empezó de pronto a bajar. La hipótesis
del umbral se confirmaba con otra metodología.
Sobre esta base otro equipo de
investigadores - integrado también por Max -Neef ha venido replicando la
investigación en más de 10 países, confirmándose en todos los casos la
hipótesis. Ello significaría que para las economías nacionales existirían
motivos concretos para una transición- en un punto determinado de su
desarrollo- de una economía cuantitativa a una economía cualitativa. Para ello,
actualmente están trabajando en indicadores que muestren con antelación cuánto
le faltaría a una economía nacional para llegar al punto del umbral (Max-Neef,
1995b).
(Simonis, 1997).
La factibilidad de este tipo de
propuestas ha sido resaltada por instituciones especializadas (como el
Instituto Wuppertal para el Clima, Medio Ambiente y Energía de Alemania), que
demuestra que, en la actualidad, en varios sectores, se está en capacidad
de mejorar en factor 4 la productividad- o eficiencia- energética; todo
ello con las tecnologías existentes y sin mayores cambios de conducta o de
infraestructura. Este hecho permitiría una duplicación de los servicios
energéticos y, al mismo tiempo, reducir a la mitad las emisiones de gas de
invernadero relacionadas con el empleo de energía.
DESARROLLO DE BASE, HUMANO Y
ECOLÓGICO
Con todo su potencial ¿pueden los
enfoques técnicos de la eficiencia económico- ecológica dar cuenta de los
grandes problemas del equilibrio ecológico y el de la sobrevivencia humana?.
Pensadores como Pedro Morandé señalan que "ambos problemas sobrepasan los
aspectos tecnológicos para constituirse en un desafío de carácter
fundamentalmente antropológico y cultural" (Morandé, 1994).
Al respecto plantea dos preguntas
cruciales: ¿por qué vale la pena sobrevivir? y ¿cuál es el vinculo que nos une
con toda la historia humana, con la memoria de las generaciones pasadas y con
la vida de las que vendrán?. Sostiene que, sin una respuesta satisfactoria a
ambas preguntas, pierde todo sentido cultural la preocupación por hacer algo en
favor del equilibrio del ecosistema.
La primera pregunta parte de suponer que
la sobrevivencia no es un deseo o un anhelo que podamos imputar por igual a
todas las personas o a todas las culturas. Menos todavía a la cultura actual,
una de cuyas tendencias más poderosas es el nihilismo, caracterizado por la falta
de sentido a la existencia y la consecuente indiferencia frente a la
autodestrucción o el mismo deseo de desaparecer. Sin superar esta tendencia
y resignificar el sentido de la vida humana, difícilmente se podrá
plantear- con éxito- la demanda de protección de la naturaleza.
De otro lado, suponiendo que las
actuales generaciones deseen sobrevivir, por que han encontrado un sentido para
su existencia, ello no asegura que además quisieran sacrificarse- aceptando
niveles moderados de bienestar- para que las generaciones distantes, de los
años 2300 o 2500 por ejemplo, hereden un ecosistema equilibrado que les permita
tener una buena calidad de vida. Ello sólo sería posible con la percepción
de que la vida es una continuidad, que tenemos entrañables lazos de unidad
con las generaciones que vendrán del mismo modo que las tenemos con las que nos
han antecedido en cientos o miles de años.
Es entonces con la resignificación
y la trascendencia del sentido de la vida que es posible recuperar la
admiración por "el ser" (unidad hombre- naturaleza) y darle
responsabilidad al "hacer" (sustentabilidad).
En este sentido es que es posible y
realista hacer una pregunta operativa ¿qué es mejor dejar a las generaciones
futuras?, ¿dejarles el mismo stock físico de recursos o la posibilidad de estar
a lo menos tan bien- en el sentido económico y social- como la generación
actual? (Dixon y Fallon, 1989).
Las respuestas más sólidas van por el
sentido de dejar dos dotes: un patrimonio natural suficiente,
vital y diverso para un volumen de población relativamente estable (stock de
recursos y cero crecimiento demográfico), como la responsabilidad y las
capacidades necesarias para administrarlas con eficiencia (estrategia
de desarrollo sostenible). La opción de heredar el "bienestar o la felicidad",
es vista con desconfianza considerando que ésta es relativa a los valores y
modos de vida de cada generación (y sabemos que los apreciados y modelados por
las últimas generaciones son las que han causado la presente crisis ecológica
global). Si algún ideal de bienestar adecuado es posible preveer éste estará
fundado en los ya referidos valores de la suficiencia y solidaridad.
Desde América Latina otra expresión
relevante y enriquecedora del concepto de desarrollo sostenible- basada en el
diálogo académico y las experiencias de promoción del desarrollo rural- es la
presentación de un marco conceptual orientado a definir una estrategia de desarrollo
de base humano y ecológico formulado, desde el seno del Consorcio
Latinamericano de Agroecología y Desarrollo/ por Andrés Yurjevic. Esta es quizá
la propuesta más consistente formulada hasta hoy desde nuestro subcontinente.
El desarrollo humano y ecológico plantea
que los daños ambientales y la pobreza perennemente producidos por los procesos
de transformación basados en el conocimiento científico y tecnológico
convencional, así como la lógica que guía al pensamiento económico dominante,
han generado la pérdida de una doble armonía y una alteración básica en el
orden jerárquico natural.
La primera armonía rota que se puede
verificar tiene lugar al interior de la biosfera, la cual ha visto alterados
sus mecanismos de autoregulación y experimentado un creciente empobrecimiento.
La segunda armonía perdida que, en gran medida, explica la primera, tiene lugar
al interior del propio ser humano, el cual ha hipertrofiado su racionalismo,
inhibiendo el desarrollo de su sensibilidad y voluntad.
La propuesta, analizando casi todas las
opciones sistematizados sobre la relación desarrollo y economía, pone especial énfasis
en respetar la diversidad y los mecanismos de regulación de la
biosfera, restaurar la armonía del ser humano y subordinar las estructuras y la
política económica al logro de las necesidades humanas de las presentes y
futuras generaciones; todo ello como parte del proceso de desarrollo,
entendido como la transformación que experimenta una sociedad en la búsqueda de
márgenes crecientes de libertad, bienestar y participación para la población.
ENFOQUES DE SU APLICACION A LOS
FENOMENOS HISTORICOS
En términos generales, distinguimos dos
grandes enfoques en la aplicación del concepto sustentabilidad a fenómenos
históricos. Uno poniendo énfasis en aspectos técnico- económicos y el otro en
aspectos ético- sociales (ver siguiente recuadro).
COMPONENTES
DE LA SUSTENTABILIDAD AMBIENTAL
Componentes técnico-económicos
Componentes ético-sociales
|
Uno de los enfoques de la
sustentabilidad estaría así asociado al espíritu racionalista de la
modernidad y su visión del tiempo: la perdurabilidad. Según esta lógica, si
una actividad es sostenible, virtualmente podría continuar por tiempo
indefinido, aunque, por un elemental sentido de realismo, se acepta que la sostenibilidad
es planteada desde el presente y bajo determinadas condiciones, no pudiendo
haber garantía de sustentabilidad a muy largo plazo por la existencia de
factores desconocidos o imprevisibles.
En suma estaría limitada a la escala
humana de intervención en el tiempo.
Para algunos autores corno Ramón Folch
(1995) la concepción temporal de la sustentabilidad sería finalmente
conservadora, pues tendería a reforzar los estados o procesos que tienden a
continuar o tienden al equilibrio. Por ello, en términos de conducta humana,
esta concepción de la sustentabilidad puede ser también adormecedora de la
voluntad humana, llevando a ejercerla sólo para adaptarse o reencontrarse con
las tendencias naturales.
Para Folch, que considera que cualquier
idea es prescindible ante otra diferente- quizá mejor- optar por la idea de
sustentabilidad, en el sentido de perdurabilidad en el tiempo, no es sino una
postura de creencia o de fe, no una visión (moderna) reflexiva o dubitativa de
la realidad.
De otro lado hay cosas que son
insostenibles pero que continuarán por un largo tiempo, por ser parte de
grandes fuerzas o tendencias humanas: el mercado, la desigualdad, la violencia,
la familia, el actual sentido del confort, podrían ser ejemplos ilustrativos.
Además, lo sostenible no necesariamente
puede ser agradable, no tiene que ser el paraíso perdido, la tierra de leche y
miel. El hombre interactúa sobre la realidad a través de proyectos y con ellos
puede alterar la realidad (incluso siendo esta sostenible) por otra diferente.
Que el resultado pueda ser mejor, igual o peor; que el producto pueda ser más o
menos sostenible, o no serio, dependerá de la decisión o la casualidad, pero
ello no puede negar el potencial creativo que tiene la libertad humana.
En suma, para Folch, "ni todo lo
que hay que cambiar es insostenible, ni todo lo que es sostenible debe ser
mantenido". Bajo este enfoque "el desarrollo sustentable debe ser
entendido básicamente como una idea subvertidora" (motivadora a la
acción), no como un concepto abstracto vinculado a la continuidad o
perdurabilidad en el tiempo.
Otro de los enfoques de la sustentabilidad
está asociado a la mentalidad ecológica y a los valores de la equidad,
reciprocidad o simbiosis. Se distingue aquí un doble reclamo: equidad entre
los hombres (justicia, solidaridad) y equidad entre la sociedad y la naturaleza
(idea de la sustentabilidad).
La actual conceptualización de la
equidad humana presenta un enfoque amplio superando la visión clásica que la
asociaba sólo a la distribución de la riqueza. la equidad, forma operativo de
referir el valor justicia, alude hoy a la igualdad de derechos como
a las oportunidades de acceso o usufructuo de las riquezas
naturales o creadas, al manejo de la información, al desarrollo de las
capacidades locales, el liderazgo compartido, la participación en la toma de
decisiones, entre otros factores.
Este enfoque de la equidad implica
aceptar tres postulados fundamentales: primero, que el uso o aprovechamiento
del patrimonio natural debe darse dentro de la "capacidad de carga de los
sistemas sustentadores de vida" o de los "límites del espacio
ambiental disponible" (Gráfico 2); segundo, aceptar un rango relativo de
bienestar basado en los valores de la suficiencia- eficiencia y una ética de
responsabilidad global; tercero, la legitimidad de la desigualdad humana basado
en la diferencia de capacidades y esfuerzos (este postulado- base de la idea de
competitividad- resulta fundamental para asegurar la continuidad del progreso
histórico humano contrarrestando la ley de la entropía que indicaría que si no
hay fuerzas de innovación, primarían las fuerzas de degradación).
Como simbiosis la noción de
sustentabilidad la encontramos en la propuesta del "contrato natural"
planteado por Michel Sierres(Sachs, 1990). El plantea que para la humanidad no
es suficiente el contrato social sino que debe haber un pacto con la
naturaleza. Sostiene que el hombre puede hacer muchas cosas con la naturaleza,
pero si la destruye va a morir también. El parásito- el hombre- no puede vivir
sin su hospedero- la Tierra -, estando entonces convocado a encontrar una forma
de simbiosis. Ello supone ciertamente renunciar a la aspiración de querer
controlar la naturaleza y la vida, pero no a renunciar a un papel protagónico.
Como se conoce la mentalidad
racionalista y el espíritu interventor moderno surgen con el Renacimiento y la
revolución científica del siglo XVI en adelante, haciendo pensar al hombre que
ya todo era posible, que la tecnología le permitiría liberarse de la
dependencia de su medio, que podría por fin ser dueño de la naturaleza, el rey
de la creación. Entre otras, esta idea está expresada en el pacto que Fausto
hace con el diablo para ganar la inmortalidad (Goethe, 1905).
Los resultados de esta actitud arrogante
los conocemos: la crisis ecológica global, la superpoblación, entre otros
hechos, que nos hacen ver el riesgo de la insustentabilidad de la vida en el
planeta.
REALIDAD Y CAMBIO: POSTURAS Y
PARADIGMAS DE ACCION SOCIAL
Pragmatismo, sin autonomía
Autonomía, sin pragmatismo
Autonomía y voluntarismo
Autononía y voluntad proyectual
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Folch, Ramón 1995 "Ambiente y
desarrollo sustentable" en Documentos Ambiente Nro. 2 Serie Desarrollo
Sustentable, Fundación CEPA, La Plata.
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