sábado, 10 de septiembre de 2016

CRISIS PLANETARIA Y CONSTRUCCION SOCIAL DE LA ECOLOGIA



Ese mismo año, 1 992, ocurrió uno de los acontecimientos más importantes para el pensamiento y la política de fin de siglo: la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED). Convocada con tres años de anticipación, el proceso preparatorio de la Cumbre, como su propia realización, posibilitaron la sensibilización y debate masivo de la población mundial en torno al desarrollo y los impactos ambientales, sus causas y sus implicancias para el planeta. Fue probablemente la mayor movilización intelectual ocurrida hasta entonces en la historia humana.

De modo general podría decirse que- en las últimas cuatro décadas- la preocupación global por el tema ambiental habría pasado por diversos momentos: la emergencia de la preocupación (fines de los 60 hasta 1975), una relativa involución del interés por el problema debido a la agudización de la guerra fría (1975, mediados de los 80), conciencia generalizada de la crisis ecológica global (1987- 1992) proyectándose en los intentos de operacionalización de los cambios (iniciada con la presente década).

La Conferencia en sí no procesó ni aprobó una definición formal de desarrollo sostenible, hizo algo más importante: intentar su aplicación u operacionalización a través del debate y aprobación de la Agenda 21 y de dos instrumentos vinculantes: las convenciones de diversidad biológica y cambios climáticos (Keating, 1993).

Similar fue el temperamento de otros documentos preparatorios o complementarios a los documentos oficiales de la Cumbre de la Tierra. Para América Latina están los casos de "Amazonía Sin Mitos" (TCA-BID-PNUD, 1 991) y "Nuestra Propia Agenda" (BID-PNUD, 1991) que apostó a un desarrollo que distribuya más equitativamente los beneficios del progreso económico, proteja el medio ambiente nacional y mundial en beneficio de las futuras generaciones y mejore genuinamente la calidad de vida.

Donde sí continuó el debate sobre la conceptualización del desarrollo sostenible fue en el ámbito de las ONG. Al respecto el hito simbólico más importante fue el Foro Global (Foro Internacional de ONGs y Movimientos Sociales), realizada de modo paralelo a la Cumbre de Río en 1992. El Foro, que convocó a más de 3000 personas y 1200 organizaciones civiles de todo el planeta, a través de sus distintos documentos, particularmente en la denominada Declaración de Río, "rechazó enérgicamente que el concepto de desarrollo sustentable sea transformado en una categoría económica, restringida al empleo de nuevas tecnologías y subordinada a cada nuevo producto del mercado".

Frente a ello sostuvo que 'la salvación del planeta y de sus pueblos presentes y futuros exige la creación de una nueva civilización fundado sobre una ética que determine y se base sobre los límites de la prudencia, el cuidado y respeto por la diversidad, la solidaridad, la justicia y la libertad".

En general las ONG incidieron que "más allá de un desarrollo sustentable, se vaya a la construcción de una sociedad ecológicamente sustentable y socialmente justa" (Pacto Acción Ecológica de América Latina, 1993).

CONSTRUYENDO INDICADORES
Otra línea de trabajo- procesada desde mediados de los años 80- y que ha producido significativos aportes para el análisis y crítica de los modelos de desarrollo está en la construcción de indicadores de calidad de vida y de sustentabilidad ecológica.

Sobre calidad de vida quizá los más conocidos son los adoptados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estos son: el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que evalúa longevidad, educación e ingreso, y el Indice de libertad Humana (ILH) que es una variante de los conceptos desarrollados por Charles Humana en la obra World Human Rights Guide, en la cual se utilizan 40 indicadores para medir la libertad.

Sobre la sustentabilidad ecológica puede verse los propuestos en el ya referido documento "Cuidar la Tierra". Allí se proponen tres indicadores:
a.      Conservar los sistemas ecológicos sustentadores de vida y la biodiversidad;
b.     garantizar la sustentabilidad de los usos de recursos renovables y reducir a un mínimo el agotamiento de los recursos no renovables; y
c.      mantenerse dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas sustentadores.


Casi simultáneamente, Herman Daly y John Cobb, desarrollan un llamado "índice de bienestar económico sostenible", combinando 8 componentes medibles que afectan directamente a la calidad de vida. Valiéndose de este índice los autores investigan la evolución de la economía de los Estados Unidos y comparan el referido índice con el crecimiento económico per cápita, entre 1950-1989. El estudio mostró que durante 40 años subió la renta per cápita sin interrupción, distinguiéndose en cambio que el índice de bienestar económico sostenible sólo creció hasta 1970-72 a partir del cual empezó de pronto a bajar. La hipótesis del umbral se confirmaba con otra metodología.

Sobre esta base otro equipo de investigadores - integrado también por Max -Neef ha venido replicando la investigación en más de 10 países, confirmándose en todos los casos la hipótesis. Ello significaría que para las economías nacionales existirían motivos concretos para una transición- en un punto determinado de su desarrollo- de una economía cuantitativa a una economía cualitativa. Para ello, actualmente están trabajando en indicadores que muestren con antelación cuánto le faltaría a una economía nacional para llegar al punto del umbral (Max-Neef, 1995b).

(Simonis, 1997).
La factibilidad de este tipo de propuestas ha sido resaltada por instituciones especializadas (como el Instituto Wuppertal para el Clima, Medio Ambiente y Energía de Alemania), que demuestra que, en la actualidad, en varios sectores, se está en capacidad de mejorar en factor 4 la productividad- o eficiencia- energética; todo ello con las tecnologías existentes y sin mayores cambios de conducta o de infraestructura. Este hecho permitiría una duplicación de los servicios energéticos y, al mismo tiempo, reducir a la mitad las emisiones de gas de invernadero relacionadas con el empleo de energía.

DESARROLLO DE BASE, HUMANO Y ECOLÓGICO
Con todo su potencial ¿pueden los enfoques técnicos de la eficiencia económico- ecológica dar cuenta de los grandes problemas del equilibrio ecológico y el de la sobrevivencia humana?. Pensadores como Pedro Morandé señalan que "ambos problemas sobrepasan los aspectos tecnológicos para constituirse en un desafío de carácter fundamentalmente antropológico y cultural" (Morandé, 1994).

Al respecto plantea dos preguntas cruciales: ¿por qué vale la pena sobrevivir? y ¿cuál es el vinculo que nos une con toda la historia humana, con la memoria de las generaciones pasadas y con la vida de las que vendrán?. Sostiene que, sin una respuesta satisfactoria a ambas preguntas, pierde todo sentido cultural la preocupación por hacer algo en favor del equilibrio del ecosistema.

La primera pregunta parte de suponer que la sobrevivencia no es un deseo o un anhelo que podamos imputar por igual a todas las personas o a todas las culturas. Menos todavía a la cultura actual, una de cuyas tendencias más poderosas es el nihilismo, caracterizado por la falta de sentido a la existencia y la consecuente indiferencia frente a la autodestrucción o el mismo deseo de desaparecer. Sin superar esta tendencia y resignificar el sentido de la vida humana, difícilmente se podrá plantear- con éxito- la demanda de protección de la naturaleza.

De otro lado, suponiendo que las actuales generaciones deseen sobrevivir, por que han encontrado un sentido para su existencia, ello no asegura que además quisieran sacrificarse- aceptando niveles moderados de bienestar- para que las generaciones distantes, de los años 2300 o 2500 por ejemplo, hereden un ecosistema equilibrado que les permita tener una buena calidad de vida. Ello sólo sería posible con la percepción de que la vida es una continuidad, que tenemos entrañables lazos de unidad con las generaciones que vendrán del mismo modo que las tenemos con las que nos han antecedido en cientos o miles de años.

Es entonces con la resignificación y la trascendencia del sentido de la vida que es posible recuperar la admiración por "el ser" (unidad hombre- naturaleza) y darle responsabilidad al "hacer" (sustentabilidad).

En este sentido es que es posible y realista hacer una pregunta operativa ¿qué es mejor dejar a las generaciones futuras?, ¿dejarles el mismo stock físico de recursos o la posibilidad de estar a lo menos tan bien- en el sentido económico y social- como la generación actual? (Dixon y Fallon, 1989).

Las respuestas más sólidas van por el sentido de dejar dos dotes: un patrimonio natural suficiente, vital y diverso para un volumen de población relativamente estable (stock de recursos y cero crecimiento demográfico), como la responsabilidad y las capacidades necesarias para administrarlas con eficiencia (estrategia de desarrollo sostenible). La opción de heredar el "bienestar o la felicidad", es vista con desconfianza considerando que ésta es relativa a los valores y modos de vida de cada generación (y sabemos que los apreciados y modelados por las últimas generaciones son las que han causado la presente crisis ecológica global). Si algún ideal de bienestar adecuado es posible preveer éste estará fundado en los ya referidos valores de la suficiencia y solidaridad.

Desde América Latina otra expresión relevante y enriquecedora del concepto de desarrollo sostenible- basada en el diálogo académico y las experiencias de promoción del desarrollo rural- es la presentación de un marco conceptual orientado a definir una estrategia de desarrollo de base humano y ecológico formulado, desde el seno del Consorcio Latinamericano de Agroecología y Desarrollo/ por Andrés Yurjevic. Esta es quizá la propuesta más consistente formulada hasta hoy desde nuestro subcontinente.

El desarrollo humano y ecológico plantea que los daños ambientales y la pobreza perennemente producidos por los procesos de transformación basados en el conocimiento científico y tecnológico convencional, así como la lógica que guía al pensamiento económico dominante, han generado la pérdida de una doble armonía y una alteración básica en el orden jerárquico natural.

La primera armonía rota que se puede verificar tiene lugar al interior de la biosfera, la cual ha visto alterados sus mecanismos de autoregulación y experimentado un creciente empobrecimiento. La segunda armonía perdida que, en gran medida, explica la primera, tiene lugar al interior del propio ser humano, el cual ha hipertrofiado su racionalismo, inhibiendo el desarrollo de su sensibilidad y voluntad.

La propuesta, analizando casi todas las opciones sistematizados sobre la relación desarrollo y economía, pone especial énfasis en respetar la diversidad y los mecanismos de regulación de la biosfera, restaurar la armonía del ser humano y subordinar las estructuras y la política económica al logro de las necesidades humanas de las presentes y futuras generaciones; todo ello como parte del proceso de desarrollo, entendido como la transformación que experimenta una sociedad en la búsqueda de márgenes crecientes de libertad, bienestar y participación para la población.
  
ENFOQUES DE SU APLICACION A LOS FENOMENOS HISTORICOS
En términos generales, distinguimos dos grandes enfoques en la aplicación del concepto sustentabilidad a fenómenos históricos. Uno poniendo énfasis en aspectos técnico- económicos y el otro en aspectos ético- sociales (ver siguiente recuadro).


COMPONENTES DE LA SUSTENTABILIDAD AMBIENTAL
Componentes técnico-económicos
  1. Conservación de los sistemas sustentadores de vida y biodiversidad.
  2. Aprovechamiento de los recursos naturales: manteniendo la capacidad de renovación de los recursos renovables (uso sostenible), y minimizando el agotamiento de los recursos no renovables (uso no derrochador).
  3. Conservación del ambiente: que incluye la protección, mantenimiento, rehabilitación, restauración y mejoramiento de ambientes y ecosistemas.
  4. La prevención, control y eliminación de la contaminación ambiental, manteniéndose dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas sustentadores.
Componentes ético-sociales
  1. Continuidad de la vida: valoración y respeto por el patrimonio natural- cultural heredado de los antepasados, y administración responsable del patrimonio natural- cultural que necesitarán las futuras generaciones para realizar sus vidas (equidad o solidaridad intergeneracional).
  2. Superación de la pobreza: como redistribución de la riqueza social para mejorar la calidad de vida de las poblaciones menos favorecidas del planeta y del país (equidad o solidaridad intrageneracional).
  3. Nuevo modelo de bienestar: limitación del consumismo que derrocha energía y recursos naturales, especialmente en los países ricos del norte y los grupos con más poder del sur (cultura de la suficiencia).
  4. Responsabilidad global: como compromiso con la salud del conjunto de la humanidad y el destino de la biosfera.

Uno de los enfoques de la sustentabilidad estaría así asociado al espíritu racionalista de la modernidad y su visión del tiempo: la perdurabilidad. Según esta lógica, si una actividad es sostenible, virtualmente podría continuar por tiempo indefinido, aunque, por un elemental sentido de realismo, se acepta que la sostenibilidad es planteada desde el presente y bajo determinadas condiciones, no pudiendo haber garantía de sustentabilidad a muy largo plazo por la existencia de factores desconocidos o imprevisibles.

En suma estaría limitada a la escala humana de intervención en el tiempo.
Para algunos autores corno Ramón Folch (1995) la concepción temporal de la sustentabilidad sería finalmente conservadora, pues tendería a reforzar los estados o procesos que tienden a continuar o tienden al equilibrio. Por ello, en términos de conducta humana, esta concepción de la sustentabilidad puede ser también adormecedora de la voluntad humana, llevando a ejercerla sólo para adaptarse o reencontrarse con las tendencias naturales.

Para Folch, que considera que cualquier idea es prescindible ante otra diferente- quizá mejor- optar por la idea de sustentabilidad, en el sentido de perdurabilidad en el tiempo, no es sino una postura de creencia o de fe, no una visión (moderna) reflexiva o dubitativa de la realidad.

De otro lado hay cosas que son insostenibles pero que continuarán por un largo tiempo, por ser parte de grandes fuerzas o tendencias humanas: el mercado, la desigualdad, la violencia, la familia, el actual sentido del confort, podrían ser ejemplos ilustrativos.

Además, lo sostenible no necesariamente puede ser agradable, no tiene que ser el paraíso perdido, la tierra de leche y miel. El hombre interactúa sobre la realidad a través de proyectos y con ellos puede alterar la realidad (incluso siendo esta sostenible) por otra diferente. Que el resultado pueda ser mejor, igual o peor; que el producto pueda ser más o menos sostenible, o no serio, dependerá de la decisión o la casualidad, pero ello no puede negar el potencial creativo que tiene la libertad humana.

En suma, para Folch, "ni todo lo que hay que cambiar es insostenible, ni todo lo que es sostenible debe ser mantenido". Bajo este enfoque "el desarrollo sustentable debe ser entendido básicamente como una idea subvertidora" (motivadora a la acción), no como un concepto abstracto vinculado a la continuidad o perdurabilidad en el tiempo.

Otro de los enfoques de la sustentabilidad está asociado a la mentalidad ecológica y a los valores de la equidad, reciprocidad o simbiosis. Se distingue aquí un doble reclamo: equidad entre los hombres (justicia, solidaridad) y equidad entre la sociedad y la naturaleza (idea de la sustentabilidad).

La actual conceptualización de la equidad humana presenta un enfoque amplio superando la visión clásica que la asociaba sólo a la distribución de la riqueza. la equidad, forma operativo de referir el valor justicia, alude hoy a la igualdad de derechos como a las oportunidades de acceso o usufructuo de las riquezas naturales o creadas, al manejo de la información, al desarrollo de las capacidades locales, el liderazgo compartido, la participación en la toma de decisiones, entre otros factores.

Este enfoque de la equidad implica aceptar tres postulados fundamentales: primero, que el uso o aprovechamiento del patrimonio natural debe darse dentro de la "capacidad de carga de los sistemas sustentadores de vida" o de los "límites del espacio ambiental disponible" (Gráfico 2); segundo, aceptar un rango relativo de bienestar basado en los valores de la suficiencia- eficiencia y una ética de responsabilidad global; tercero, la legitimidad de la desigualdad humana basado en la diferencia de capacidades y esfuerzos (este postulado- base de la idea de competitividad- resulta fundamental para asegurar la continuidad del progreso histórico humano contrarrestando la ley de la entropía que indicaría que si no hay fuerzas de innovación, primarían las fuerzas de degradación).

Como simbiosis la noción de sustentabilidad la encontramos en la propuesta del "contrato natural" planteado por Michel Sierres(Sachs, 1990). El plantea que para la humanidad no es suficiente el contrato social sino que debe haber un pacto con la naturaleza. Sostiene que el hombre puede hacer muchas cosas con la naturaleza, pero si la destruye va a morir también. El parásito- el hombre- no puede vivir sin su hospedero- la Tierra -, estando entonces convocado a encontrar una forma de simbiosis. Ello supone ciertamente renunciar a la aspiración de querer controlar la naturaleza y la vida, pero no a renunciar a un papel protagónico.

Como se conoce la mentalidad racionalista y el espíritu interventor moderno surgen con el Renacimiento y la revolución científica del siglo XVI en adelante, haciendo pensar al hombre que ya todo era posible, que la tecnología le permitiría liberarse de la dependencia de su medio, que podría por fin ser dueño de la naturaleza, el rey de la creación. Entre otras, esta idea está expresada en el pacto que Fausto hace con el diablo para ganar la inmortalidad (Goethe, 1905).

Los resultados de esta actitud arrogante los conocemos: la crisis ecológica global, la superpoblación, entre otros hechos, que nos hacen ver el riesgo de la insustentabilidad de la vida en el planeta.



REALIDAD Y CAMBIO: POSTURAS Y PARADIGMAS DE ACCION SOCIAL
Pragmatismo, sin autonomía
  • adaptación, carencia de voluntad histórica
  • "corregir las pequeñas disfunciones del modelo no lo cambian sino lo consolidan..."
Autonomía, sin pragmatismo
  • "cambiar el modelo sin corregir las pequeñas disfunciones concretas nos acerca a un modelo utópico pero no varía la realidad"
Autonomía y voluntarismo
  • postura hiper-revolucionaria, violentistas
  • adecuar la realidad a las imágenes deseables sobre esa realidad
Autononía y voluntad proyectual
  • postura real-volitiva o de cambio efectivo
  • intervenir en la realidad con pequeños cambios guiados por una ética y un proyecto de cambio global
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Folch, Ramón 1995 "Ambiente y desarrollo sustentable" en Documentos Ambiente Nro. 2 Serie Desarrollo Sustentable, Fundación CEPA, La Plata.

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